Poesía última de Gonzalo Rojas


por Ignacio Valente


(Materia de testamento, por Gonzalo Rojas. Ediciones Hiperión, Madrid, 1988, 208 páginas).

La obra poética de Gonzalo Rojas, en forma de variadas antologías, ha conocido, en los últimos años, un singular éxito editorial en diversos países de habla castellana. Hoy aparece en Madrid su producción más reciente, seguida de una nueva y enésima selección de su obra pasada. Comentaré sólo su creación última.

La introducción del propio autor es interesante. En ese texto, Rojas se identifica con la generación de 1938, a la que asigna como programa específico la elaboración de una mayor conciencia crítica del lenguaje, así como también un proyecto de diálogo con el mundo más coherente y lúcido, aunque menos creador que aquel de los grandes poetas de la década del 20: Huidobro, De Rokha, Neruda y la Mistral. Una versión más amplia del mismo ambicioso programa dice así: "desaldeanizar" a Chile. Rojas partió militando en el Grupo Mandrágora con Braulio Arenas, Enrique Gómez-Correa, Teófilo Cid y Jorge Cáceres, pero a poco andar se apartó de ellos –de las banderas del surrealismo chileno- por achacarles "afrancesamiento literatoso" y falta de genio. Y en realidad su curso posterior lo llevó por derroteros muy distintos de la palabra poética: derroteros vanguardistas pero también afines a la tradición española clásica del siglo de oro, con algo de Quevedo y mucho de Góngora, me parece.

Las influencias centrales de las que Rojas tiene conciencia son éstas: "Vallejo me dio el despojo y desde ahí el descubrimiento del tono; Huidobro, acaso, el desenfado; Neruda cierto ritmo respiratorio que él, a su vez, aprendió de Whitman y en Baudelaire (... )

¿Y Borges? El rigor (... ) y el desvelo". Debo decir que este reconocimiento cuádruple me parece ambiguo: esas influencias se suponen dichas desde la humildad del que rinde tributo a la maestría de otros, pero al mismo tiempo son dichas desde la pretensión del que aspira a haber recibido, por la vía de quien sea, tan memorables dones como el despojo, el desenfado, el ritmo y el rigor de los maestros. Cosa ésta que, sin duda ha ocurrido, porque Gonzalo Rojas tiene genio, pero sólo la posteridad dirá si lo tiene en el grado sugerido por esta ambiciosa introducción.

Vamos con su poesía nueva, concluida el año pasado en Berlín. Ella verbaliza un mundo proteico y heraclitiano, donde las identidades son dinámicas y difusas, y todo se contagia de todo, y el lenguaje atribuye a cada ser infinitos atributos, de los cuales algunos son consignados por estos poemas a título de simple ilustración. Así son nada menos que las piedras del mundo el sujeto de esta fantástica enumeración de cualidades y ausencia: "Aún las más enormes vuelan de noche en todas direcciones y no enloquecen,/ son ciegas de nacimiento y ven a Dios,/ su ventilación es su substancia,/ no han leído a Wittgenstein pero saben que se equivoca,/ no entierran a sus muertos/ (...) / cumplen setenta años cada segundo y se ríen de los peces,/ lo de los niños en probeta las hace bostezar,/ los ejércitos gloriosos les parecen miserables,/ odian los aforismos y el derramamiento,/ son geómetras y en las orejas llevan aros de platino,/ viven del ocio sagrado". Versos como éstos. -sugerentes, chisporroteantes- hacen verosímil aquello del desenfado y del ritmo, aunque no tanto aquello del despojo y del rigor.

Otras veces, el tono de Gonzalo Rojas es más juguetón, más liviano y próximo a la realidad reconocible. Se nos habla de las adivinas en estos términos que juegan hábilmente con la constante del reír, a medida que lo entremezclan con otras acciones: "Además son locas, dejan/ corriendo el agua y ríen, sangran/ y ríen, se amapolan/ y ríen, cuentan las sílabas/ de los meses y ríen, bailan/ y ríen, se perfuman, se/ desperfuman y ríen, sollozan/ y ríen, adoran la vitrina". Se observará el ritmo entrecortado y jadeante que es característico de esta poesía. "Materia de testamento", por contraste, aunque es el poema que da su nombre al libro, y contiene un marcado acento borgiano en su enumeración, no es un texto memorable para mi gusto.

"Playa con andróginos", un poema muy característico de Rojas, es una incursión en el misterio del sexo, y particularmente en el mito del andrógino, a la vez varón y hembra, un motivo que se remonta a la mitología más arcaica de la especie: "A él se le salía la muchacha y a la muchacha él/ por la piel espontánea, y era poderoso/ ver cuatro en la figura de estos dos/ que se besaban sobre la arena; vicioso/ era lo viscoso o al revés; la escena/ iba de la playa a las nubes./ ¿Qué después/ pasó?; ¿quién/ entró en quién?; ¿hubo sábana/ con la mancha de ella y él/ fue la presa? O atados a la deidad/ del goce ríen ahí/ no más su relincho de vivir, la adolescencia/ de su fragancia?"

El enigma del eros indescifrable hace aquí singular combinación con el sentido de lo numinoso o lo sagrado, y esto muy al margen de toda idea de Dios, en el plano más primario de una sacralidad que se confunde con las propias honduras de la materia, aquí con la libido elemental del universo. En lo formal se observará desde que comienzan las preguntas el típico ritmo de Gonzalo Rojas, fundado en dos recursos sistemáticos: la alteración de la sintaxis usual, y el encabalgamiento de la versificación, es decir, la conclusión del verso en un lugar donde la pausa no corresponde en forma espontánea, sino que introduce una ruptura o tensión singular en el ritmo. Toda la obra de Gonzalo Rojas está atravesada por el uso y abuso de ambos recursos. Digo uso y abuso porque, por una parte, el poeta ha alcanzado así su más particular y expresivo ritmo gramatical y sonoro; por otra, la vista y el oído perciben, aquí y allá, el chirriar de un cierto mecanismo casi automático en el excesivo prodigarse de estos procedimientos.

Quiero terminar citando un excelente poema, "Sólo de aullido", que contiene a la vez el misterio del mundo y de la letra en una muy particular fabulación en torno al aullar del perro: ¿Qué es lo que leerán los perros en el color/ de este mundo? ¿A Dios/ que los hizo perros y no hombres? ¿Al abismo/ que leyó San Juan?, o las que ladran por allá lejos/ de lo alto son las estrellas como está escrito en Van Gogh/ que no dijo nunca esto? ¿O librescamente hartos será también/ el hastío su/ histeria?" Hay una singular convergencia de sonido y sentido en este bien armado artefacto verbal, cuyo misterio, a pesar de todo, sigue siendo indescifrable hasta la última línea. Es notable la continuidad de la poesía de Gonzalo Rojas, cuyas constantes son fácilmente perceptibles desde su temprano "La miseria del hombre" (1948) hasta su novísimo "Materia de testamento".

 

en: suplemento "Revista de libros" Nº , Santiago, diario El Mercurio.

 

SISIB y Facultad de Filosofía y Humanidades - Universidad de Chile