La luces de Oscuro


Desde Caracas, por Enrique Ramírez Capello


El poeta.Gonzalo Rojas rescata episodios de su adolescencia y los une a nuevas creaciones

Heredero de Lebu -pueblo de lluvias, terremotos y araucarias- añora los ríos y las minas del sur de Chile. Recuerda sus peregrinaciones con lamparillas de carburo y viejas explosiones de gas grisú. O las calles de Concepción. O la sal húmeda de Talcahuano. O el paisaje de cisnes de su universidad.

Hoy vive en las Colinas de Bello Monte, en un edificio impersonal, estremecido por los vapores de los automóviles. En la vecindad, los juegos infantiles están ceñidos por ahuyentadoras púas y las abejas cuelgan su panal en un árbol casi harapiento.

La palabra distancia le parece fuerte. Porque se siente entrañado, aunque salió de Chile en 1971 y recorrió muchas geografías.

Es Gonzalo Rojas, el poeta que colecciona conchas prehistóricas, espejos chinos y chanchitos de Quinchamalí. Nació el 20 de diciembre de 1917 y sólo ha publicado La miseria del hombre (1948), Contra la muerte (1964) y, este año, Oscuro.


Un plazo para pensar

En su departamento hay muebles españoles del siglo XIX, un Cristo de mimbre, arpilleras y un pulcro archivo de recortes. Entre libros y preguntas van-vienen, Rojas explica:

-Oscuro siempre quiso ser Chile. No es juego de reminiscencia, sino de rescate. Tiene 120 textos poéticos. A los 60 años mezclo creaciones de 1935 y de 1966. La faena poética se me da en un arco abierto, unitario. Se abre con mi mocedad y todavía no se cierra. Los años nos hacen entrar hondamente en la infancia, que es la patria de los poetas.

Así proyecta las luces de su Oscuro. Reconstruyendo su llegada a Santiago, en 1937, a horcajadas entre el ruido de las profundidades mineras y los fuegos de Neruda, Huidobro y Gabriela. Esa Gabriela hecha de moño apretado y de sol, que años más tarde le escribiera: "Su libro me ha tornado mucho, me ha removido, y a cada paso, admirado, y a trechos me deja algo parecido al deslumbramiento de lo muy original, de lo realmente inédito. Déme algún tiempo para masticar esta materia preciosa..."

Zumban las abejas en el barrio. ¡Y la multitud de automóviles! Entonces Rojas recuerda al grupo Mandrágora, con Eduardo Anguita y Braulio Arenas. Y los Encuentros de Escritores en la Escuela de Verano de la Universidad de Concepción. Y, claro, muestra recortes y recortes. Cartas. De André Breton. De Eric From. De Julio Cortázar. Fuera de Chile ha tenido un plazo para pensar y ver desde la ausencia, no necesariamente desde la nostalgia. Y se define como escritor larvario, del sur tan amado, sin prisa. Que quiere dar el testimonio de lo que ve y vive en el mundo.

Esa famosa nostalgia

Y deshoja su Oscuro, que consta de tres partes: Entre el sentido y el sonido, ¿Qué se ama cuando se ama? y Los días van tan rápido.

Y en su mirada a Chile huele la presencia de nuevos creadores:

-Ya vienen esos poetas. Lo mismo en Santiago que en las provincias. Es como una gran línea genealógica, no una dinastía. Esto hace de Chile un caso singular. Nuestro verdadero aporte al pensamiento cultural americano está en la poesía. Envío mi saludo y mi reconocimiento a las voces mayores y a las que vienen. Alcanzo a oírlas desde aquí.

Lo invitan universidades norteamericanas y alemanas. Pero no se aparta de su Arauco de fundamento.

Lo remata con certeza:

-Vengo de mineros. Nací en la región de Arauco, tuve experiencias muy dolorosas de las minas. Nunca me sentiré distante. No sólo en los sueños, en los recuerdos, en la famosa nostalgia, sino en cualquiera tarea. Si voy por una calle de América o Europa, no tengo por qué no pensar en las de mi Concepción...

Y se queda con la luminosidad de su Oscuro. Y zumban las abejas y zumban los automóviles y...

En: Revista Hoy Nº32, Santiago, 4 de octubre de 1978.

 

SISIB y Facultad de Filosofía y Humanidades - Universidad de Chile