1.2. MEMORIA, IMAGINACIÓN, PLASMACIÓN. Demasiado se ha escrito y conjeturado sobre el poder de la memoria y la dialéctica del recuerdo-olvido en la plasmación de una obra, tanto por parte de filósofos como de psicólogos, clásicos y modernos. Parece que Mnemosyné, madre de las musas, pide una reflexión estricta antes de iniciar el estudio de la visión o cosmovisión propuesta en un sistema imaginario definido; pero no entraremos en el presente trabajo en la consideración del arte de la memoria, tal como viene siendo estudiado desde Horacio y Quintiliano hasta Frances Yates, investigadora inglesa que ha tocado en profundidad este problema que tanto parece interesar a los teóricos de hoy para iluminar el proceso creador. Queremos, en cambio, dejar claro que el núcleo mnémico tan próximo a la poética del instante, como dice Bachelard, opera apreciablemente en esta lírica que nos ocupa, aunque no se trata de un caso singular o exclusivo entre otros altos poetas de América Hispana, pero sí de un caso sobresaliente, y guarda relación con su temple. Un dato mínimo para ilustrar esto último. En relación con su registro memórico, que llega al virtuosismo, conocemos un texto suyo (1) donde confiesa:
Por nuestra parte conocemos el desafío de esta verdadera cámara memorioso suya. En reuniones por ahí, entre familiares y amigos, los ha deslumbrado a todos con el rescate sin un error de capítulos de Cervantes o escenas enteras de Lope, de párrafos vivos de libros increíbles que leyera a los diez años, o a los veinte, o a los cuarenta; de situaciones remotas, de nombres aparentemente perdidos en el laberinto de las fechas. Pensamos que esta disposición de su talante ha favorecido en él, en cuanto poeta, el tratamiento del tiempo como una circularidad incesante asumiendo lo, inmediato y lo remoto en un solo juego. Son incontables sus textos en los que se cumple esa instantaneidad reveladora. Es lo que Octavio Paz (2) ha llamado la consagración del instante, al enfocar el poema como tiempo arquetípico, idea tal vez explorada en el libro de Gaston Bachelard La intuición del instante, publicado la primera vez en las ediciones Stock de París, en 1932. Siempre nos ha parecido cautivante el tiempo vertical en Rojas, lo inmóvil de él tan próximo a cierta estabilidad esencial, en el curso de los cincuenta años de su obra, y la fidelidad que mana de ello. Fidelidad a lo oscuro y no repetición por la repetición, como dice en la tercera estrofa de "Numinoso", primer poema de su libro Oscuro:
También él, como Baudelaire, de quien tanto aprendiera en su mocedad, parece haber inmovilizado el tiempo en el vaivén pendular del horror de la vida y el éxtasis de la vida. (3)
dice al cerrar uno de sus primeros poemas, en 1946. Esta idea arquetípica del tiempo como "paciencia de estrella" se enlaza de modo necesario con su ejercicio mismo de plasmación de su discurso poético. Él mismo se ha autoestimado poeta larvario y lentiforrne para aludir a su oficio memorioso, en el que funciona el proceso largo, la mora y la demora. "Impaciente en casi todo", ha dicho en alguna entrevista, "menos en el oficio ciego de poetizar". Al aceptar el carácter germinante de su trabajo -en una germinación que no termina, según sus palabras- se nos aclara parcialmente uno de los mecanismos más discutibles en la dispositio de sus libros; nos referimos a ese proyecto de circularidad que lo lleva a incluir en un volumen suyo determinado, recién aparecido, algunos textos ya entregados en títulos anteriores, como para desafiar la linealidad de una construcción tras otra. El crítico Gonzalo Sobejano ha querido despejar este ejercicio de aspecto arbitrario cuando afirma, después de hacer una descripción física del poeta:
Como para confirmar la tendencia acronológica de esta poesía, el sin tiempo de ella que llega a cierta fijeza vertiginosa, Sobejano invoca más adelante a Mallarmé: "Il faut toujours couper le commencement et la fin de ce qu'on écrit. Pas d'introduction, pas de finale" (5). Quisiéramos abrir aquí un paréntesis para señalar que el ensayo de Sobejano que hemos venido citando apareció en un número de estudios monográficos dedicados a la poética de Gonzalo Rojas publicado con la ayuda del "Fondo en Memoria de Charles Phelps Taft", Universidad Cincinnati. Su editor, Enrique Giordano (6), presenta así al autor:
Otra idea que coincide con la de Sobejano es la propuesta por Juan Loveluck (7) en uno de sus estudios sobre el poeta chileno. Observemos las líneas pertinentes:
Advirtamos cómo coinciden esas palabras del crítico Loveluck con las del poeta y escritor mexicano José Emilio Pacheco (8) quien, al comentar el libro Oscuro, señala:
Pero ¿cómo funciona la memoria en la obra que nos preocupa?; ¿en qué consiste su singularidad? Respondemos inicialmente como lectores suyos desde hace unas tres décadas cuando empezamos leyendo su primer libro, La miseria del hombre, aquél que Gabriela Mistral saludara con estas palabras:
También nosotros sentimos al descubrir esa voz en nuestra primera lectura, en la década del 50, el estremecimiento de lo nuevo en el mejor sentido (eso que la Mistral llama lo inédito) y a la vez lo arcano ininemorial. Entramos de golpe a un furor poeticus distinto, desmesurado y concentrado a la vez, huracán y equilibrio al mismo tiempo. Se lee en el Tao Te Ching (9):'
¿Hasta qué punto Rojas coincide con la iluminación Zen cuando apuesta su palabra al relámpago? También este libro primero del poeta chileno -pese a cierto tremendismo convulsivo- nos dio una iluminación del vacío que ya en su poema "Al silencio", que transcribimos a continuación, publicado en Contra la muerte, nos permitió descubrir la materia visionaria de este sistema poético:
Vale señalar que entre este texto escrito en 1949 y "El alumbrado", en 1987, aparece muy patente la iluminación en la órbita del zen, aunque nos consta que el autor ni en la primera pieza ni en la segunda tuvo un conocimiento de la disciplina oriental. Asimismo, y a propósito de "A] silencio", es bueno observar lo que ha precisado D.T. Suzuki:
Dice Carl Gustav Jung (11) que hay dos modos de creación: el psicológico y el visionario; el primero de los cuales se funda en vivencias intensas cuya materia entra en la órbita de una psicología patentizable:
mientras en el segundo, el modo de creación visionario:
Distingue, entonces, según vemos, entre las vivencias de primer plano que dan origen a su llamado tipo de creación psicológica, de aquellas otras que permiten mirar o vislumbrar el caos, como diría Novalis. Así ofrece Jung una distancia entre cierta visión psicológica y lo que llama la visión visionaria, transida de asombro, admiración, desconcierto y hasta aversión algunas veces. Justo esto último fue lo que experimentamos al leer por primera vez La miseria del hombre. La gran poesía, para Jung (12), sobrepasa al inconsciente personal y toca el inconsciente colectivo, por eso "mana del alma de la humanidad y no puede explicarse verdaderamente intentando reducirla a factores personales". Por último, y en cuanto a la plasmación de esta palabra, el mismo poeta se ha encargado de establecer que en plena mocedad recibió el doble influjo, simultáneo, de la clasicidad y la modernidad, lo que parece haber contribuido al rigor del incesante aprendizaje y a la eficacia expresiva que dice Pound: "la máxima concentración en el mínimo de palabras". O lo que afirma Confucio, leído por Rojas a sus veinte años y repetido de memoria por él:
Poesía e historia, en fin, ¿cómo situar a un poeta frente a la historia? Porque, quiérase o no, funciona en él el testigo, aunque Paul Celan -de visión y ejecución a veces coincidente con la de Gonzalo Rojas, según propone Eberhard Geisler- (13), afirme por su parte que nadie atestigua a favor del testigo. No vamos a confundir el yo biográfico con el yo poético ni el modo de creación psicológico con el modo de creación visionario, pero visionario y todo no hay poeta sin humus, y lo inconsciente y lo biográfico se atan en una sola urdimbre. No es que el poeta deba ser un cronista, como dijo alguna vez Neruda, pero poesía y vida se imantan sin cesar. Poesía y conducta, como insiste una y otra vez el mismo Rojas. Carl Gustav Jung en el prólogo de su conocido libro Recuerdos, sueños, pensamientos (14) sostiene que todo se toca con lo autobiográfico en el proceso de la creación y explica qué es lo que realmente merece ser recordado:
Quizá debiéramos deslindar aquí la diferencia entre historia objetivable y sujeto reminiscente. La memoria es un fenómeno privado, la historia es una ciencia social, nos explica por su parte Pierre Nora (15) cuando nos habla de los loci memoriae, "les lieux de mémoire", los llama él en francés, por no tener el término un equivalente en la traducción inglesa. Uno de estos "lugares de memoria" es -dentro del desarrollo humano- la niñez. Debe haber una gran tensión de infancia en el fondo de nuestro ser, dice Bachelard, para que la rememoración de un poeta nos haga revivir nuestros recuerdos y re-imaginar nuestras vivencias. Entremos a la niñez del poeta, como una de sus claves cardinales, y no olvidemos que él mismo en su discurso de Berlín del 88 nos dijo estar viviendo una reniñez por encima de los 70. Pensamos que en el caso de la poesía de Rojas los dos modos de creación propuestos por Jung funcionan y se imbrican, como ocurre con otros poetas, y hasta es posible descubrir una dimensión autobiográfica al fondo de sus textos visionarios. Como hemos hablado de que la vivacidad mnémica en él opera en su trabajo, se justifica que pasemos a una exploración de algunos de sus ciclos vitales distribuidos en las siete décadas de su existencia. Registraremos así algunas particularidades de su temple -vivencias, recuerdos, obsesiones-, en esas diversas instancias.
SISIB y Facultad de Filosofía y Humanidades - Universidad de Chile
Notas 1.-Gonzalo Rojas, "Chile, país vivido" (pp. 28-37) en El cono sur, dinámica y dimensiones de su literatura. Actas del Congreso sobre Literatura del Cono Sur en Montclair State College, Ediciones del Norte, USA. 1984.
2.-Octavio
Paz, El arco y la lira, Fondo de Cultura Económica, México,
1982,
3.-"La vuelta al mundo", La miseria del hombre.
4.-Gonzalo Sobejano, "Gonzalo Rojas: alumbramiento" pp. 63-69, en Poesía y poética de Gonzalo Rojas, Enrique Giordano, Editor, Monografías del Maitén, Santiago, de Chile, 1987.
5.-Stéphane Mallarmé, Propos sur la poésie, Monaco-Ville, 1953, p. 42, citado por Gonzalo Sobejano. Op. cit.
6.-Enrique Giordano, prólogo del Editor", Op. cit. Por parecemos de interés, nos permitimos transcribir aquí la Tabla de Contenido de este número de homenaje: Prólogo
del Editor. PRIMERA PARTE:
Selección de estudios anteriores. SEGUNDA PARTE:
Entrevistas. TERCERA PARTE;
Nuevas contribuciones críticas.
7.-Juan Loveluck,
"El espacio como 'abismo' en la poesía de Gonzalo Rojas"
en "Taller Literario con Gonzalo Rojas" 4-5 de noviembre de
1988, Ibero-Amerikanisches Archiv, Neue Folge, Jahrgang 15, Heft 1, 1989.
8.-José Emilio Pacheco, citado en El Mercurio, Santiago de Chile, 13 de abril 1980. El texto original, "Oscuro de Gonzalo Rojas", fue publicado por Pacheco en Vuelta, núm. 8, julio 1977, pp. 39-41.
9.-Lao-Tsé, La gnosis taoísta del Tao Te Ching, párrafo 25, Ediciones OÑA, Burgos, 1961.
10.-D.T. Suzuky y Erich Fromm, Budismo zen y psicoanálisis. Fondo de Cultura Económica, México, 1987.
11.-Carl Gustav Jung, "Psicología y poesía", en Ermatinger y otros, Filosofía de la ciencia literaria, Fondo de Cultura Económica, México, 1946.
12.-Carl Gustav Jung, Op. cit.
13.-Eberhard Geisler, "Sobre la poesía de Gonzalo Rojas y su relación con Paul Celan". En Giordano, Op.cit.
14.- Carl Gustav Jung, Recuerdos, sueños, pensamientos, Ed. Seix Barral, Barcelona, 1966. Esta obra es la autobiografía del autor. Nunca se ha incluido en sus obras completas por disposición suya testamentaria.
15.- Pierre Nora, "Between Memory and History: Les Lieux de Mémoire". Representations, 26. (Spring 1989), pp. 7-25.
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