¿A qué mentirnos con la llama del perfume, con la noche moderna?

I

¿A qué mentirnos con la llama del perfume, con la noche moderna
de los cinematógrafos, antesalas terrestres del sepulcro?
Pongamos desde hoy el instrumento en nuestras manos.
Abramos con paciencia nuestro nido para que nadie nos arroje por lástima al reposo.
Cavemos cada tarde el agujero después de haber ganado nuestro pan.

En esa entraña hay hueco para todos: los pobres y los ricos,
porque en la tierra hay un regalo para todos:
los débiles, los fuertes, las madres, las rameras.
Caen de bruces. Caen de cabeza o sentados.
Por donde más les pesa su persona, todos caen y caen.
Aunque el cajón sea lustroso o de cristal. Aunque las tablas
sin cepillar parezcan una cáscara rota con la semilla reventada.

Todos caen y caen, y van perdiendo el bulto en su caída
hasta que son la tierra milenaria y primorosa.

II

Aquí cae mi pueblo. A esta olla podrida de la fosa
común. Aquí es salitre el rostro de mi pueblo.
Aquí es carbón el pelo de las mujeres de mi pueblo,
que tenían cien hijos, y que nunca abortaban como las meretrices
de los salones refinados en que se compra la belleza.

Aquí duermen los ángeles de las mujeres que parían
todos los años. Aquí late el corazón de mis hermanos.
Mi madre duerme aquí, besada por mi padre.
Aquí duerme el origen de nuestra dignidad:
lo real, lo concreto, la libertad y la justicia.

 

De: "La fosa común"

En Antología de aire (Santiago, Fondo de Cultura Económica, 1991)

Versiones:
<<
La fosa común, de La miseria del hombre, 1948.
<< ¿A qué mentirnos?, de Contra la muerte, 1964.
<< ¿A qué mentirnos?, de Del relámpago, 1981.
<< Aquí cae mi pueblo, de Del relámpago, 1981.