Torreón del renegado

A esto vine, al Torreón
del Renegado, al cuchillo
ronco de agua que no escribe
en lo libérrimo agua
ni pétalos pero cumbre
escribe y descumbre, nieve aullante, límpidas
allá abajo las piedras.

A esto y nada, que se abre
por obra del vértigo
mortal, a ésta la casa loca del
ser y más ser, a este abismo
donde Hilda pidió al Muerto:
-"Piedad, Muerto, por nosotros que
íbamos errantes, danos éste y no otro
ahí para morar, ésta por
música majestad, y no otra,
para oír al Padre".

Viniera y parárase el Torreón
del Renegado, creciera vivo
en su madera fragante, lo
angulara aéreo todo del muro pétreo
a lo diamantino de la proa
del ventanal, tramara la escalera
nerviosa en el acero de los amantes, besara
el aire la hermosura de dormir ésta
y no otra sección áurea, subiera sola la imaginación,
el agua.

Véolo desde ahora hasta más nunca así al Torreón
-Chillán de Chile arriba- del Renegado con
estrellas, medido en tiempo que arde
y arderá, leña
fresca, relincho
de caballos, y a Hilda
honda que soñó este sueño, hiló
hilandera en el torrente, ató
eso uno que nos une a todos en el agua
de los nacidos y por desnacer, curó
las heridas de lo tumultuoso.
                                           -Paz
es lo que les pido a los alerces que me oyen: paz
por ella en el ahí fantasma.

De lo alto del Nevado de Chillán baja turbulento
El Renegado, que lo amarra a la leyenda.

 

De Del relámpago, 1981