Revelación del pensamiento

Si las ideas salen del molino del sol,
el sol las muele para todos. De una espiga
come un ejército, y sobra
paja para el amante y sus amadas.

¿De dónde sale el sol si es antes que la idea?
¿De la boca quemada de los muertos?
¿De otro mundo?

Mi canto expresa un número infinito,
y el infinito es hoja del sol. Todo es un círculo
falso, como el amor que siento por mi prójimo,
en quien presumo ver la cabeza del tiempo,
encarnado en el llanto de la historia:
que parece una ráfaga de eternidad, y es éter,
un sol decapitado.

El sabio que confía en su negocio
me aconseja prudencia,
y el comerciante que abre el cielo con su abdomen
me aconseja que suelte mi cuchillo.
Yo soy prudente. No confío
en el sol, que me miente con su luz sobrehumana,
porque quiere quemarme como al sabio y al cerdo
en el éxtasis mísero del oro.

Los tránsfugas del cielo y de la tierra
gustan del oro derretido
de la mañana hasta la noche,
como si nuestra sangre
fuera una mercancía, y la salud
fuera una operación en el mercado.

La muerte habla por boca de estos frívolos
que compran la luz hecha y primorosa,
los galanes de vidrio
que me salen al paso a insultarme y morderme,
esos que envidian mi pelaje
de lobo carnicero, y me ofrecen su cárcel
en un salón de espejos y mujeres hermosas,
para domesticarme: su seda y su blandura.

Mi cuchillo se atreve con el sol y la muerte.
¿Por qué doblarme al beso envenenado?
¿Por qué ser coronado con gloria de papel?
¿Por qué esperarlo todo del encanto del mundo?
¿Por qué morir de amor, como las vacas conmovidas
a los primeros rayos del crepúsculo?

El marido que muere colgado de los pechos
de su esposa, es un mártir
venerado por todos los credos y las razas.
Así como el filósofo que bebe su cicuta
en los pechos helénicos de la verdad vacía.
Así el santo que muerde la leche de la gracia
en el incienso lívido de una misa de réquiem.

Me consta que se guarda la fórmula, el cadáver
de cada idea, lo ilusorio,
el sudor, la saliva,
mientras se arroja el semen al pantano
por temor a que estalle la semilla:
este es el mito aciago
de la idea molida por el sol de la muerte.

Por eso veo claro que Dios es cosa inútil,
como el furor de las ideas
que vagan en el aire haciendo un remolino
de nacimientos, muertes, bodas y funerales,
revoluciones, guerras, iglesias, dictaduras,
infierno, esclavitud, felicidad; y todo
expresado en su música y su signo.

Parecen arreboles,
pero son las sustancia que comen las parejas
cuando se inundan en guerra recíproca
en los parques lascivos, en los muros
de la fornicación, en sus besos de grasa.
Son las hostias que llevan directamente al cielo
de los judíos prófugos.
Acaso son los vasos
comunicantes, de la vida
y de la muerte.

Me divierte la muerte cuando pasa
en su carroza tan espléndida, seguida
por la tristeza en automóviles de lujo:
se conversa del aire, se despide
al difunto con rosas. Cada deudo agobiado
halla mejor su vino en el almuerzo.

Todo es tan falso, y tan hermoso
como esa prostituta que me abrió el paraíso
una noche de invierno, en que su pelo rubio
caía como un rayo de amor recién molido
por el sol, que me daba su sagrado alimento.

Pero a mí me bastó verla fingir
su epilepsia de novia fornicada
para pagarle el goce de su cadáver práctico.
Todo era falso y bello como esas trenzas rubias.

¿Hay que salvar al hombre?,¿Todos somos iguales
como las olas, como flores en los jardines?
¿La dicha está al alcance de la mano?
- El hombre nace y muere solo
con su soledad, y su demencia
natural, en el bosque
donde no cabe la piedad ni el hacha.

 

De La miseria del hombre, 1948.

Versiones:
Herejía, de Oscuro, 1977. >>
La farsa, de Contra la muerte, 1964. >>
Me divierte la muerte cuando pasa, de Antología de aire, 1991. >>
Retroimpulso, de Oscuro, 1977. >>